Aventuras en el Sur (parte II)
Hemos decidido dejar la playa El Cisne para irnos a una pequeña playa que está más al norte ya que queremos alejarnos de la gente que comienza a venir a bañarse, al haber más sol de esta temporada.
Tengo en mente un lugar que ví cuando fuimos a conocer el Club alemán pasando al otro lado de unas tuberías que cortan el sendero , pasando dos o tres casas he visto un tranquilo lugar.
Recoger y guardar la carpa con sus estacas y doblar enrollados los sacos de dormir, meter las ropas en cada mochila, ponerla en la espalda y luego de dar la última mirada al entorno, nos ponemos en marcha teniendo el destino claro.
Ya llevamos casi un mes de aventura.
Al llegar a la pequeña playa con agradable arena, nos damos cuenta que es un lugar muy encajonado entre lo que son esas tuberías que interrumpen el sendero y al otro lado la zona ocupada por el club alemán que colinda con la casa que enfrenta a esta playa.
Dejar las mochilas, recorrer un poco sin acercarse demasiado a la casa para no importunar ni menos hacer reaccionar a los perros que a la distancia vemos que están vigilantes.
Por largo rato no vimos a nadie. Aquí abajo , en la arena hay un kiosko de madera que seguramente fué un negocio. Hoy está desocupado y nos sentamos cerca con la idea de intentar establecernos dentro y así evitar el tener que volver a armar la carpa.
Había que esperar pacientemente, observando todos los beneficios del lugar.
Desde aquí vimos algunos movimientos en la casa, se veían al menos dos muchachas de delantal que era evidente laboraban en la casa.
En cuanto tuvimos la oportunidad, recurrimos a la estrategia del agua caliente.
Nuevamente obtuvimos buenos resultados y nos proporcionaron té caliente y unos panes.
Ya transcurridas unas horas, salió de la casa un hombre rubio medio gordo alto y joven el cuál bajó a conversar con nosotros con una actitud calmada pero atenta , con buen manejo nos fué "evaluando" para terminar ofreciéndonos que nos quedaremos en el cuarto de madera, el kiosko.
Muchos agradecimientos y cuidando muy bien nuestra imagen y vocabulario fuimos creando el ambiente de confianza que requeríamos para que nuestra estancia fuera buen acogida.
Esa misma tarde nos acomodamos en el kiosko desplegando los sacos de dormir y ordenando las pertenencias en la repisas que tenía el cuarto.
El sonido del agua y la luna en su reflejo fueron el marco de esa primera noche en la que pronto denominamos playa Werner, apellido de los alemanes de la casa.
Los días comienzan a pasar rápidamente y hemos entablado una gran amistad con las dos muchachas trabajadoras de la casa quienes nos traen , con el consentimiento de los viejos alemanes, el alimento diario que ha dejado de ser una preocupación.
Mientras dormíamos en la cabaña unos gritos extraños nos despertaron.
Saliendo del saco de dormir rápidamente y mirando desde la puerta en la noche una luz iluminaba el cielo y detrás de la casa de los Werner a lo lejos se levantaba una columna de humo. Un incendio.
Me vestí rápidamente y sali al camino cruzando por el patio de los Werner que desde la puerta miraban el aterrador espectáculo.
Rápidamente me siguió Pedro y ambos por ese camino de tierra nos fuimos acercando.
La casa de Delia que estaba camino arriba a unos 500 mts , ardía completamente por todos lados.
Ya al llegar el griterío, llanto y accionar de quienes llegaban a ayudar a tirar agua a una modesta casita de madera que desaparecía poco a poco devorada por las llamas, hacían del lugar un doloroso espectáculo.
Cuando entre las sombras divisamos a Delia, nos cuenta que no encontraban a su hermano, que tenía alguna discapacidad y que seguramente arrancó ante el incendio.
Otros murmuraban que alguien le prendió fuego intencionalmente, diferentes versiones, mientras a lo lejos sentíamos el tardío lugar de la sirena de un carro de bomberos que muy tardíamente llega al siniestro.
Impactado por la escena, muy conmovido junto a un grupo de personas lugareños que nos agrupamos a mirar la tragedia y dejando en manos de bomberos el trabajo de extinguir lo poco y nada que queda de la casa.
Algunos vecinos se llevaron a los más ancianos a otras casas, otros recorrían por los oscuros caminos buscando al hombre perdido.
Pedro me señala que va ha volver a la cabaña pues no había más que hacer allí.
Yo creí que tenía que quedarme a solidarizar con esa mujer que había sido generosa con nosotros y decidí quedarme a acompañar mientras bomberos continuaba tirando agua por todos lados apagando la porfia de las llamas que una y otra vez surgían entre muros y palos del techo o más bien lo que quedaba de el.
Entre tazas de café y en el frío de esa noche fueron pasando las horas y el grupo se redujo a dos personas más Delia y yo, que cubiertos por algunas frazadas, permanecimos sentados en una improvisada banca a orilla del camino, mientras la luz del día comenzaba a revelar el terrible panorama.
Durante la mañana continuaba la búsqueda por los alrededores del hermano sin éxito.
Bomberos comenzó la remoción de escombros y de a poco fueron tirando a la orilla palos humeantes, latas de techo negras y torcidas , restos de sillas y muebles, botando muros de madera que otrora fueron divisiones de la casa.
Todo entre cenizas , agua y brazas aún encendidas.
Pronto el accionar de bomberos nos alerta. Habían encontrado un cuerpo totalmente calcinado entre los escombros.
El drama vuelve a recrudecer , llantos y abrazos.
Era obvio que habían encontrado al minusválido perdido, nunca pudo arrancar.
Bomberos detuvieron su accionar hasta la llegada de Carabineros, seguro siguiendo el protocolo, luego una camioneta y retiraron entre varios bomberos el cuerpo que alcancé a ver y me dejó impactado al percibir una mole negra carbonizada entera pero que aún se distinguía lo que fue un brazo con la mano estirada seguramente tratando de alcanzar una puerta o algo asi. Impactante! Por mucho tiempo esa imagen permanecerá en mi memoria.
Al volver a la cabaña, pase por el costado de la casa de los Werner y me extrañó que no me hicieron comentario alguno del incendio , ni del drama vivido ni siquiera la mínima preocupación por alguien que trabajaba con ellos. Me sorprende, me descoloca y no entiendo.
En la cabaña estaba Pedro preparando su mochila y me comenta que irá a Puerto Montt porque le hablaron de la posibilidad de embarcarse e ir trabajando y viajando a la vez.
No me atrajo la idea y le comenté que yo estaba bien acá, me quedo por estos lados.
Fue nuestra última conversación y con un abrazo nos despedimos deseandonos suerte en el futuro.
Definitivamente, el era más aventurero que yo, tenía sus límites más lejos.
Yo sentía un arraigo en este lugar y claramente habían más deseos de quedarse.
Ya era la tarde y me fue a buscar Cristina para que fuese a la casa.
La Tantie Querda lo llama!
Vaya a comer algo!
Me dice, ella con cara de saber algo más
Fui a la casa y entré a lo que era la cocina inmensa con una mesa de comedor al centro, muy de campo , sin mayores lujos , muchos muebles de enseres, se deja ver que la cocina era muy utilizada y el centro de reunión de la familia.
Me sirvieron comida y me acompañaron a la mesa con una taza de te mientras inicianan una conversación.
La intención era aclarar algunas cosas sucedidas y me contaron que lamentablemente entre los escombros de la casa quemada y a la vista de su hijo mayor que era también bombero y que estuvo en la remoción de escombros, pudieron encontrarse con la sorpresa que aparecieron muchas cajas que contenían servicios, utensilios metálicos, herramientas y muchísimas cosas que obviamente habían salido de la casa de los Werner robadas durante tantos años que la familia de Delia había prestado servicios a los alemanes.
Quedé para adentro, un golpe de realismo que nos hace recapacitar y entender el sentir de ellos. Desilusionados y engañados.
Luego hablamos de otros temas, querían saber de nuestro viaje, de las aventuras que pasamos.
Los Werner son hijos de los inmigrantes llegados a Chile en la segunda oleada del siglo XIX y aunque ellos son nacidos y criados aquí, siguen siendo alemanes por todos lados.
Ella, la Sra. Gerda , más curiosa y menos seca que su marido Don Gustavo, quien solo escucha las conversaciones me cuenta y va respondiendo con un marcado acento , a mis curiosas preguntas.
La gran mayoría de los habitantes de este sector del pueblo, son hijos y familiares de los colonos originarios. Su Comunidad es muy cerrada y discriminatoria para con los "chilenos" como los llaman.
En mi mente se cruza la idea de que unos y otros son chilenos pero me reservo de decirlo.
Preguntan por mi familia y les relato la historia de la familia y la similitud en cuanto a las migraciones.
Aunque la historia de ellos es anterior en el tiempo y con relatos de sacrificio y mucho trabajo para llegar a lo que son hoy.
Las historias de los colonos son apasionantes y duras a la vez.
Los viajes en esos antiguos barcos llenos de esperanzados buscando un futuro en el nuevo mundo, como debieron abrirse camino para ir construyendo caminos , campos , casas en un indómito y selvático ambiente para ir estableciendose alrededor de la ribera del lago Llanquihue.
Cruzar el rio Maullín, que es el que descarga el lago hacia el mar.
Desagüe, ese era el nombre original de aquel lugar que irían ocupando en la medida que llegaban colonos a Puerto Montt , luego Puerto Varas y aquí en Desagüe tenían que sortear el cruce del rio en botes donde quedaron muchos colonos en sus aguas.
Así fueron asentándose en Llanquihue luego Frutillar y por toda la ribera.
Mucha historia de vida, pero sobre todo , de sacrificio casi inhumano , todo por conseguir un futuro mejor.
Hoy la gran mayoría de ellos , ya nietos , tienen una vida tranquila , de campo pero habiendo estudiado en buenos colegios organizados y creados por ellos mismos.
El hijo mayor de la familia me cuenta algo de su experiencia de vida, con algunos años más que yo, se ve muy serio y dedicado al campo y sus labores.
El otro hijo , también un poco mayor que yo es más relajado, se ve más acorde a su generación, habla de fiestas, mujeres pero también de trabajo.
Ambos aún solteros, el menor llega a menudo con su "pololita" , una estupenda muchacha alemana cabello negro muy agradable y simpática.
Aunque el tiene 64 años y ella 55. Pero se ven abuelos. Será por la vida de esfuerzo y mucho trabajo.
En aquella cocina de grandes mesones siempre están preparando cosas ricas, un pie de limón , ese pan que hacen con papas y harina en moldes , muchos pasteles de frutos del lugar, es una delicia probarlos.
Los días transcurren rápido, pronto los alemanes me invitan a la cosecha de remolacha, otro producto de plantación masificada en la zona, con su fabrica de azúcar IANSA , también en el pueblo.
Muy temprano me levanto para dirigirme al estacionamiento donde preparan los implementos para laborar.
Nos montamos en el coloso tirado por el tractor y nos desplazamos por un camino de tierra que luego cruza la carretera y continúa subiendo por la ruta que se abre paso entre campos y arboledas. Ya en el terreno mismo, inician las labores de montar los arados al tractor para ir surco a surco volteando la tierra y dejando las papas de la remolacha al descubierto. Nosotros vamos detrás llenando unos canastos que van quedando a la espera de ser cargados en el coloso. Una labor rutinaria de mucho esfuerzo físico pero entretenido.
Las horas pasaron rápidamente, y ya cerca de la tarde ya, suspendemos la actividad para irnos a casa a almorzar. Por la tarde no volveríamos , sino hasta el día siguiente.
Pasan muy rápido los días y una intensa ola de calor sacude a la zona que es invadida de bañistas que se instalan desde la mañana a disfrutar del sol y las aguas del lago.
Claus, me propone que habilitemos el kiosko y me haga cargo de la venta de bebidas las cuales serán proporcionadas y traídas por el.
Fue el comienzo de un pequeño negocio que permitió juntar algunos pesos y sobre todo mantener la buena disposición de ellos, los dueños de casa.
Al día siguiente, nos dedicamos a reparar la letrina que está tras unos árboles y que tenía la puerta caída. Este baño, una taza de w.c. dentro de un cubículo de maderas sobre un pozo cavado en el suelo, muy de campo. Pese a la precariedad, nos fué muy útil mientras permanecimos en el kiosko pernoctando, también es útil en la playa para los bañistas.
Hoy no lo utilizo pues en el cuarto que me han facilitado para quedarme, hay un pequeño baño suficiente para mis necesidades.
El lago sigue siendo el lugar de la buena bañada con shampoo y jabón, o muy temprano o simplemente después que se van los bañistas.
Por las mañanas don Gustavo sale a regar la huerta donde tiene muchos vegetales que les sirven para su consumo.
A veces lo acompaño mientras tira agua con una Reguera de jarro mientras conversamos entretenidamente aunque el siempre con esa cara de viejo serio.
