Aventuras en el Sur (parte I)


Estación Central , una tarde de octubre de 1977

El rápido a Puerto Montt ya colocado en su andén, con el número 1023
nos preparamos para abordar , Pedro está ansioso por subir.
El tren parte a la 18:30 pm y falta algunos minutos. Nos espera un largo viaje en este denominado "el rápido del sur", que demora unas 18 horas en su recorrido de más de 1000 kms.

 Entre la gente del anden veo venir a Raúl, otro amigo, que ha venido a tratar de convencerme de no ir, creo que imaginando que mi partida era por algún conflicto grande en particular, por lo cuál le insisto en que estoy bien solo que quiero alejarme un rato y recorrer el sur aprovechando este lapsus.
El pito suena y pasajeros al tren, todos abordando los carros, la mochila arriba, sin más despedida, ya estamos asomados por una ventana y comienza a moverse.

El anden se termina y comienza el traqueteo del rodar de fierros , el paso chillón de los cambios de vías, ya cruzando el puente sobre calle Antofagasta y tomando más velocidad.
En el carro todos acomodándose en los asientos de la clase más económica del tren.
Una extraña sensación me recorre , es hora de aventuras. Con Pedro nos miramos y sonreímos al decir " ya estamos, nos vamos!"
Mucha gente en el carro, todos acomodando paquetes, bolsos y enseres.
No fueron muchos los preparativos, simplemente una tarde sentado en el puente del block 8, entablamos conversación con Pedro , que no era más que un conocido del block 11, lo veía siempre por estos lados. El es de bajo perfil , tranquilo , y más bien serio,  quizás un año mayor.
Entre conversa y conversa, surgió la idea de viajar al sur. Y sin mayor trámite , habiendo reunido lo justo para el pasaje del tren y mochila preparada y aún con una precaria carpa de verano, nos lanzamos a la aventura.
Y en dos días de preparativos estábamos listos, ya instalados en el tren.
Después de mi experiencia en el norte, hoy habiendo regresado hace unos meses de  esa etapa , hoy en el pasado,  me siento con muchas ganas con este viaje ,  la idea de recorrer y conocer tantos lugares que tienen fama por su belleza y que quiero estén en mi bitácora.
No costó mucho entablar amistad con un par de muchachas que viajan a Temuco y el viaje se hace entretenido cuando ya la noche se deja caer.
Peter (como lo llamo) se entusiasmó con una de ellas y en breve tiempo ya están acaramelados. Yo por mi parte me encuentro aun en labores de seducción con la otra chica.
Medio tapados con una frazada en la luz tenue del carro, las manos perdidas por todos lados.


Ya es día y llegamos a Osorno donde el tren hace un cambio de máquina y continuamos con una muy pintoresca maquina a vapor que le da un toque especial a este lugar con su enorme columna de humo y vapor que llega hasta las ventanillas de los carros y penetra en ojos y narices. Yo pensaba que ya no funcionaban estas locomotoras pero por lo visto, aquí en la zona aún están vigentes.
Pronto está por cumplir el horario de llegada y estamos cruzando por la orilla de un lago que el mapa señala como Llanquihue , aunque el pueblo que recién pasamos era Frutillar. El lago con un imponente volcán de fondo , es el marco perfecto de un  lindo lugar, todo en  verde y  azúl. El volcán blanquito en su punta. En el carro comentan que somos afortunados al poder ver el volcán completo pues a esta hora siempre lo tapa alguna nube.

Puerto Montt nuestro destino. 12:45hrs.


Saliendo de la estación y siguiendo a la gente, caminamos hasta la misma costanera donde hay más movimiento.
Muchos nos miran con curiosidad por nuestra jippienta apariencia y de mochilas seguramente porque aún no es temporada de vacaciones.

Se ven escolares de uniforme en grupos caminando o charlando en una banca, vida de ciudad en día laboral. La gente es gentil y amable aunque tímida. No sé detienen mucho rato a conversar con nosotros.
Los más jóvenes al ser abordados para solicitarles un cigarrillo nos preguntan de dónde somos , les causamos curiosidad.
Nos sugieren muchos lugares a conocer.

Luego de tomarle el pulso a la ciudad y de barajar alternativas nos dirigimos a la playa Pelluco, que se ubica al sur este del lugar, muy cerca ,buscado un sitio para instalar la carpa, bajo algunas recomendaciones que recibimos de los lugareños.

Siguiendo por la costanera nos dispusimos  a caminar hacia la playa recomendada. 
Muchas casas de buena presencia se van presentando en este recorrido. Estamos sin lugar a duda en un privilegiado sector, similar a las playas del litoral central. 
Mucho rato caminando y la playa no se presenta como el lugar más apropiado para levantar nuestra carpa. No sé dan las condiciones de discreción pues la idea es pasar más desapercibido y no ser el centro de las curiosas miradas además de no pretender tener conflictos con las autoridades, no sabemos cómo será recibida nuestra presencia.
Pero no tardamos mucho en decidir que este lugar no era el indicado para establecerse. Seremos un punto en el paisaje, sobre todo, a la vista de vecinos que desde sus ventanales nos tendrían en la mira.
Para complicar más la situación nos quedaría muy distante del centro y el grueso de la gente, necesaria para nuestra supervivencia. Dependemos de su ayuda y por estos lados no le vemos mucho futuro.
Descansamos, dejamos a un lado las mochilas, conversamos con algunas personas y nos sugieren ir al otro lado de la ciudad, hacia la caleta Angelmó, lugar con relativa fama turística pero mas concurrido.

Luego descansar y disfrutar del paisaje, optamos por retroceder y volver por la misma costanera, está vez con el objetivo de llegar a Angelmó.

Volvemos a pasar por los mismos lugares anteriores y de nuevo solicitando algún dinero de los más generosos transeúntes que aportaban monedas que a la postre fueron el pan de almuerzo de ese día.
Pasamos el sector del muelle, el puerto y ya en el mercado estábamos en el otro extremo de la ciudad, muy cansados nos sentamos en el borde de cemento a descansar.
Ya es la tarde y tenemos un día soleado.

Un hombre se nos acerca y con algún acento raro nos busca conversación con las mismas preguntas de todos.
Luego nos señala con su dedo hacia el muelle, un hombre en una silla de ruedas. Nos comenta que es un señor inválido que tiene una lancha y nos había observado desde hace rato.

--dice el jefe si quieren acompañarlo a dar un paseo en la lancha..-- Nos indica 

Nos miramos con Pedro, buscando en la mirada del compañero, si había algún motivo para desconfiar. Pero fué espontánea y rápida la respuesta.

-- claro que sí!  --  respondimos en coro 

Y nos pusimos de pie y cogiendo nuestras mochilas nos encaminamos los tres, hasta el hombre de silla de ruedas que nos saluda amablemente con un acento alemán y un español a medio aprender.
Nos cuentan que están esperando que traigan la lancha para embarcarnos. Pronto así sucede y sin más trámite cinco minutos después ya estábamos sentados en la cubierta de un lindo pequeño yate que se enfilaba por el canal en torno a esa isla Tengo que teníamos al costado izquierdo mientras nos alejabamos de tanto bote que hay en esta caleta detrás del mercado de pescados.

Con la cara llena de risa, una fuerte brisa marina golpeandonos, el sol bien arriba y nuestros anfitriones mirando como disfrutábamos el paseo, por muchos minutos dimos una gran vuelta alrededor de la isla pudiendo ver desde el mar un bello paisaje de sus pequeñas playas y praderas en un marco ideal.
Fue un final de día espectacular, muy agradable el paseo y una conversación ( a veces traducida por el secretario del gringo de la silla de ruedas,) Un paseo de casi dos horas por los contornos de Tenglo hasta llegar nuevamente al muelle entrando por lo que es el Seno de Relongaví

Era un buen comienzo para nuestras aventuras.
Nos despedimos agradeciendo la gentileza de invitarnos. Nos alejamos del muelle enfilando hacia el mercado y nos acercamos a la caleta misma, con la intención de conseguir que algún botero nos cruce a la isla de enfrente.
Ya habíamos pensado en ir a la isla a conocerla y de paso mirar los barcos que están encallados en su orilla, ya lo habíamos pensado al pasar cerca con la lancha. 
No fue difícil conquistar a un botero que nos cruce a la isla pues despertábamos en ellos mucha curiosidad y se veían contentos de interactuar con nosotros.
Como dos aventureros nos dejó en la orilla y sin pensarlo mucho nos encaramamos por los fierros oxidados de aquel viejo navío y al poco rato ya lo habíamos conquistado recorriendo sus distintos niveles intentando adivinar cómo fueron cada una de sus habitaciones y compartimentos desde lo más alto de su torre hasta el nivel más profundo inundado por el agua que se filtraba por los huecos que el tiempo ha abierto entre las gruesas planchas de acero del esqueleto.
Especial atención fue subir al puente de mando o algo así, desde donde la vista hacia el puerto y la caleta nos hacía difarear , simulando ser navegantes al mando de tamaña embarcación.
Desatando la imaginación y compartiendo algunas historias personales nos quedamos por largo rato contemplando el espectáculo.
Sin tener noción del tiempo y cuando ya la noche comenzaba a caer, nos encaminamos a la popa por donde habíamos subido y nos sorprendimos al constatar que la marea ha subido tanto que la orilla se a alejado muchos metros , estamos ahora lejos de poder bajar. Tendríamos que meternos al mar y mojar todas las cosas, carpa, mochila, sacos de dormir. No era una opción viable. 
Pues tendremos que pasar la noche en la nave, para poder bajar cuando la marea lo permita.
Un inconveniente no pensado que nos obliga a buscar refugio en un rincón protegido del viento y posible lluvia y allí extender nuestros sacos de dormir y terminar el día no son antes contemplar la imagen de Angelmó y Puerto Montt, en un espectáculo de luces que dibujan líneas en el oscuro mar.
Con los ruidos de lanchas cercanas y el sol ya calentando, nos hemos levantado está vez dispuestos a conquistar la isla.
La baja marea nos permitió volver y  bajar para ahora encaminarnos por una pequeña playa hasta encontrar un sendero que nos permita subir y alejarnos de la costa.
Caminamos por la orilla y nos metimos por un sendero que formaba un túnel de vegetación que va subiendo y que da la sensación de ir por la selva tupida que no permite ver más que ramas y todo tipo de arbustos que no dejan ver siquiera a la distancia.
El largo túnel verde y sombrío culmina en lo alto al llegar una planicie con un gran campo de pastizales que se extiende por el lugar.
No se ven casas ni nada, por lo que nos lanzamos a caminar cruzando la isla por el centro.
Es una meseta con un campo grande arriba y después de unos cuantos minutos, nos asomamos por lo que sería la costa sur de la isla.
Bajamos hasta la pequeña playa que con oscura arena recibe la olas de ese mar tranquilo con una brisa fuerte que golpea el cuerpo si cesar.
No hemos visto ni a un solo mortal en nuestro recorrido. Al parecer llegamos por la parte más solitaria.  Al caminar podemos ver entre nubes como se perfila muy lejos la cordillera que continúa por la izquierda y a la derecha divisamos lo que quizás sea Chiloé, enmarcando el Seno de Relongavi, como podemos comprobar al mirar nuestro mapa Caminero que es el guía perfecto, mientras sentados en una piedra, descansamos y nos comemos las ultimas provisiones obtenidas.
Definitivamente este lugar no nos acompañará mucho en lo que a comida se refiere.
No divisamos a nadie y quizás las casas estén hacia los extremos de la isla. Nos habían hablado de unos "gringos" que vivían por allá.

Más tarde ya repuestas las energías y cansados de descansar, recorrimos los alrededores y pudimos ver a lo lejos unas casas perfiladas en lo más lejano de nuestras vistas al final de la isla.
Nuevamente volvimos al centro y bajamos hasta el mar con la idea de meternos un rato en el salado y frío mar.
Aprovechando de lavar un poco la empolvada ropa y nuestros transpirados cuerpos.
Buscamos un lugar plano y nos dispusimos a armar la carpa. Había que prepararse para pasar la noche y el lugar tan solitario y tranquilo era perfecto.
Una exploración nocturna mirando las luces de las casas a lo lejos y una noche fría con un viento molesto nos encerró en la carpa y terminó el día.

Muy temprano por la mañana unos ruidos fuera de la carpa nos despierta y pone en alerta, algo andaba fuera, se veían las sombras y empujaban un costado de la precaria habitación.  
Como un resorte me siento y salgo del saco de dormir para bajar el cierre y asomar mi cabeza y mirar alrededor.
Un lengüetazo de una vaca me tiró de susto atrás y nos dimos cuenta que estábamos rodeados de una docena de reses que estaban tan sorprendidas como nosotros. Claro que era evidente que eramos nosotros los intrusos en ese campo.
Un hombre a la distancia nos gritaba que saliéramos de allí.
Entre vacas pastando nos incorporamos y nos dispusimos a abandonar el lugar.
Desarmar y guardar la carpa y acomodar la ropa aún mojada del lavado, mochila y en marcha.
Nada extraordinario, porque el lugar no se veía muy propicio para conseguir alimento más si la primera interacción había sido hostil.
Volver a recorrer cruzando la isla y por el mismo túnel entre ramas y arbustos para encontrarnos nuevamente en la orilla del mar mirando la caleta Angelmó y sentarse a esperar que algún gentil hombre nos carretee en su bote hasta la otra orilla cruzando el canal.

Había que esperar, allí , sentados con la mochila al lado mirando el movimiento que a esa hora ya había en la caleta al frente.
Los botes llegaban y salían con sus mercaderías y pescados. Había bastante tráfico en el canal pero nadie cruzaba para acá a la isla.
Estábamos relajados, mirar el barco semi enterrado y que había sido nuestra primera aventura nos causaba risas y era motivo de ideas y conversaciones con mi compañero.

Como una hora sin que se acercará un bote, hasta que desde la isla misma por la orilla se acercaba un hombre remando y con algunos sacos en su bote. Nos pusimos de pie y entre chiflidos , señas con las manos y gritos nos vió y se remó hasta nuestra orilla.
Le pedimos que nos cruzara hasta la caleta. El hombre nos responde que había que pagar.
Le dijimos que no teníamos dinero pero que podíamos ayudarle en lo que fuera.
.podemos ayudarle allá con los sacos, amigo!

El botero titubeó un poco pero luego moviendo su mano,  nos señala que podíamos subir.
El corto trayecto lo hicimos muy rápido, el hombre traía en el bote unos sacos de mariscos y los lleva a vender a Angelmó.
Al llegar a la orilla había que bajar pisando agua y ayudar a "estacionar" el vehículo encallando la proa sobre la arena de la caleta, amarrar y luego con dificultad cargar entre ambos los pesados sacos y montar los tres, uno sobre otro y esperar mientras el hombre se dirigió a los puestos de venta hasta perderse de vista.
Allí quedamos con el cargamento y las mochilas esperando con los pies mojados.
Unos cuantos minutos tardó hasta que apareció con una carretilla. Al menos tendríamos esa facilidad para trasladar los sacos, mientras uno llevaba un saco el otro se quedaba cuidando los casos y las mochilas.
Así, una vez cumplida la tarea el hombre con generosidad nos invita a desayunar en unos de los boliches donde pudimos tomar café caliente con leche y unos panes amasados de la zona para calmar el hambre que con el esfuerzo , se hacía latente.
Conversamos con el hombre, de unos 48 o 50 años con el rostro marcado por el esfuerzo nos cuenta de su vida de mariscador en la zona y 
nos pregunta sobre nuestro viaje y sobre todo de Santiago.
Con el pasar de los minutos fuimos entrando en confianza y entre cuento y cuento pasó mucho rato. Nos invita a su casita a comer algo a lo cuál sin titubear accedimos.
Por el final del mercado de pescados y cocinerías del lugar, subimos hasta una de las calles de arriba donde el hombre tiene su casa y su familia.
Una modesta casita de madera, su mujer y un hijo de unos ocho años conforman los miembros de la familia.
Somos recibidos por la señora entre asombro y amabilidad ya muy propia de la zona.
Un olor a comida sale desde la cocina entre humo y humedad.
Nos indican dejar nuestras mochilas en un cuarto que solo contiene cachureos y lavarnos las manos en una artesa junto a la puerta al salir por la puerta trasera.
La modesta mesa nos esperaba con dos productos que deben ser de fácil alcance, choritos y papas.
Con hambre y a esa hora, todo es bien venido.
Algo parecido a un pan amasado y mucha conversación en un agradable intercambio de historias y cuentos. 
De allí a ofrecernos dormir allí no pasó mucho rato, ya que a esa hora una llovizna caía suavemente y el día se ha tornado oscuro.
Al siguiente día salimos a recorrer el sector dejando a resguardo nuestras pertenencias.
Don Juan , el dueño de casa se fue a la caleta muy temprano y dejó dicho que volviéramos si no teníamos donde pernoctar.
Así, permanecimos en aquel lugar un par de días, y nos permitió sondear y conocer los alrededores de Puerto Montt.

Unos días después nos despedimos y decidimos acercarnos más al centro de la ciudad, conociendo e interactuando con muchos jóvenes mientras nuestras pertenencias las encargamos en un gimnasio techado, con una cancha de basquetbol muy bien conservada.


Hoy nos despertamos con el ruido de la lluvia, pese a ser Octubre, llueve copiosamente. Nuevamente alojamos anoche en la casona de madera que nos permitieron usar. En una sala desocupada pusimos nuestros sacos de dormir.
Bajamos un rato a la calle, caminamos unas cuadras y posteriormente nos fuimos al gimnasio a ver los partidos de basquetbol.
Pedro con su kimono, aprovechó de hacer algunos ejercicios en este lugar mientras yo me dediqué a lanzar al aro de basquetbol junto al grupo de jóvenes que amablemente permitían que nos integremos.
Todo mientras afuera, la lluvia se deja caer.

Continúa siendo un problema conseguir alimentos, y hasta ahora nos hemos dado vuelta con algunas monedas conseguidas.
Se percibe mucha precariedad en la gente , no está muy buena la situación para muchos y eso se va traspasando a nosotros que recibimos muy poca ayuda de ellos.
Está situación nos hace tomar cartas en el asunto y preparar los bártulos para emprender la retirada de esta ciudad.
El razonamiento que nos hace tomar la decisión es que en el campo quizás sea más fácil sobrevivir.


Ese día despertamos ya sin lluvia y nos pusimos en marcha.
Nos enfilamos por la calle Ejército , siguiendo las indicaciones para tomar el camino a Alerce ruta que bordea la línea férrea en dirección al norte.
Nos dirigimos a un camino secundario de tierra y que  llega a Puerto Varas cruzando por una larga zona de campos. Nos han dicho que caminando demoraríamos varias horas, el mapa Caminero dice que son como   2 horas a Alerce y otras 2 de allí a Puerto Varas, si lo hacemos solo a pie.


Camino Alerce - Puerto Varas

Salimos de la ciudad en media hora de camino, nos guiamos por la linea férrea que nos acompañará hasta el destino siguiente. El camino es bastante solitario y tranquilo y cuando ya bosdeabamos la hora de andar nos tomamos con un campesino que circulaba por allí con su carreta de bueyes que nos acompañó por largo trecho de camino y donde podíamos dejar las mochilas y a ratos sentarnos mientras los animales paso a paso avanzaban.
Así llegamos a un pueblo llamado Alerce, entre Puerto Montt y Puerto Varas y que es rural de campos.
Por el camino pudimos conseguir algunos panes y algo de te caliente que sirvió para calmar la tripa.
Ya en el caserío central nos dedicamos a recorrer un poco los alrededores de la estación de ferrocarril que está cerrada y no se divisa a nadie.
A la distancia vimos una zona de pasto muy plana y sin cercos de alambre que delimiten un territorio privado, por lo que nos dispusimos a llegar hasta allí con la intención de levantar nuestro modesto campamento.






Estación Alerce

Hoy despertamos en medio de la cancha de fútbol del pueblo , es domingo y los lugareños se preparan para los encuentros de domingo.
Rápidamente  recogimos la carpa y las cosas y nos instalamos a un costado mientras los muchachos instalaban los precarios palos que formarán los arcos y otras varas en las esquinas a título de banderines del corner.
Se fueron juntando los jugadores , todos quinceañeros con unas camisetas desgastadas de blanco y azul y rojo los otros.
Poco a poco fueron llegando los espectadores.

Camino hacia Puerto Varas, está mañana nos alimentamos tomando leche sacada de los tarros que en la entrada de cada campo o rancho, que confiadamente, dejan a orillas del camino, a la espera de que sean retirados por los camiones de la Chiprodal, que les compra a todos la leche que obtienen de las vacas que posee cada uno.
Un poco a cada tarro no se nota , estos deben contener unos cuarenta o cincuenta litros.

No parece ser muy perjudicial para ellos, nuestro hurto y muy necesario para nosotros.

Unos cuantos kilómetros nos separan de Puerto Varas y nos ponemos en marcha.
Nos detenemos en la entrada de una propiedad y nos acercamos a la alambrada.

Una pequeña se balancea en un rústico columpio hecho en una rama del gran árbol que adorna la entrada a ese campo. 
Desde la cerca le hablamos con mucho tino para no provocar miedo o desconfianza, le pedimos si podía conseguirnos un poco de agua caliente para tomar un poco de té.
La casa está más adentro , a unos cincuenta  metros y vemos asomarse a una muchacha joven que nos mira y se entra. La niña corre a la casa llevando nuestra solicitud.
Un rato después nos traen en un jarro agua caliente, como habíamos pedido y entonces les solicitamos una bolsita de te humildemente.
La niña vuelve a la casa y viene hasta nosotros acompañada de su hermano y nos hacen pasar y nos invitan a entrar a la casa.
Muy amablemente nos ofrecen tomar onces en su mesa y compartir con ellos.
Era sorprendente la generosidad de esas personas que desinteresadamente nos abrían su casa y nos ofrecían alimentos. Está gente es buena de verdad, cosa que vemos en la capital.

La  mesa tenía unos ricos panes de campo, leche natural de sus propias vacas, queso, mantequilla ... De todo. 
Comimos hasta quedar más que satisfechos.
Todo esto se daba en un ambiente muy familiar donde los hijos del matrimonio nos van contando sus actividades en la escuela ( que aún están con clases) , Miguel y Luis de unos 15 y 16  , Eva de 18 años y Julieta, está última la menor que se columpiaba.
El papá José , se ve un tanto mayor y al igual que la señora Henedina, a quienes el trabajo y la vida dura les ha dejado huellas.
Don José disfruta mirando en la televisión el Chavo del ocho sentado en una silla frente al pequeño televisor que está en la repisa mientras la señora ahora plancha ropa y se multiplica para ver el horno limpiar el piso y otras actividades.
Nos invitan los jóvenes a conocer el campo y dejamos mochilas y bártulos y nos fuimos caminando hasta el galpón donde a esa hora ya estaban encerrando a  las vacas arreando una docena de ellas con los caballos manejados por los hábiles muchachos que hacían gala de sus destrezas.
Con la muchacha, Eva, había "filling" y nos quedamos charlando mientras Pedro se entretenía con los animales ayudando a guiarlos al establo.
Eva me relata su vida de campo y no tarda en confesar que no quería esa vida para ella. Ella quería estudiar, es más, tenía la fijación de ingresar a la Escuela de Investigaciones. Pero lo miraba como un sueño inalcanzable o lejano.
Yo la motivaba para que no renuncie a su sueño y le alentaba a seguir intentándolo, pero ella veía complicado todo con sus hermanos menores y sus padres ya mayores.
Ya el ganado en el establo, me pusieron a "intentar" ordeñar una vaca, entre risas y bromas, golpes de cola que daba el animal y mierda fresca por el suelo mojado.
Debían hacer ese trabajo en la mañana muy temprano y a esta hora, por la tarde, a diario. La leche resultante se vacía en los tarros (los mismos que habíamos visto en el camino y usado para desayunar por la mañana) y estos serán sacados junto a la ordeña matutina para ser retirados por el camión de la Chiprodal que recorre el sector a diario.
Estábamos tan entretenidos y relajados que a propósito dejamos pasar la hora hasta que cayó la noche.
Entonces fuimos invitados a quedarnos a pernoctar está vez en la casa nueva que aún no habitaban y estaba a unos treinta metros de la otra. También irían a dormir allá, los muchachos y las niñas en una suerte de fiesta con la música de nuestros casettes que contenían la música que ellos poco conocían. Rock progresivo, metal y otros fueron la entretención de la noche, revistas comida y muchas risas con esos niños que se esforzaban para agradarnos.
Los viejos se quedaron en la casa vieja consintiendo la pequeña fiesta que teníamos los seis.
Luego de mucho tiempo de risas , música y conversa los más pequeños se durmieron en sus improvisadas camas en uno de los cuartos. Pedro se instaló el su saco en el living o mejor dicho en la pieza que sería el living , pues tenía pocas cosas, herramientas y cajas.
Con Eva continuamos nuestra propia conversación en otro de los cuartos que tenía un colchón hecho de paja o algo así y con el saco de dormir tapando las espaldas, sentados al borde, no reparabamos en el frío que hacía aquella noche.
De las palabras a los abrazos y de allí a la ternura en el silencio de la madrugada.
Había pasión acumulada en ambos.

Ya comenzando a aclarar el día, ella se fué diciendo que tenía que cumplir con sus tareas de ordeña. Yo con el sueño vivo, me enrollé en  el saco mientras se oía el  deambular de los niños ya en pie , los jóvenes tenían escuela, era un día Viernes.
Seguimos durmiendo cada cual en su lugar, hasta que el brillo del sol traspasando esos ventanales, sin cortinas aún, hacían que rápidamente nos espabilaramos.
Pedro , ya en pie, salió a recorrer los potreros en una mañana de sol y yo , medio adormilado, busqué una grifo de agua que había por el costado de la casa y me di una lavada express.
Caminé hasta la casa de los viejos y allí salió la señora a decirme que entre a desayunar.
Le dije que buscaría a Pedro primero y caminé cruzando por el camino que va más allá del establo y a lo lejos veo a Pedro que hacía algunos ejercicios matinales. Lo llamé y fuimos a la casa a desayunar.
Nuevamente nos esperaba una mesa con variados bocados.
Preguntamos por los niños y nos señala la señora que llegan a las 14 hrs del colegio.
Don José andaba en el pueblo, dijo y Eva había ido a la ciudad.
Muy cariñosente charlaba la señora mientras no paraba con sus quehaceres.
Que personas más cariñosas y acogedoras! 
En un desayuno largo y con una mesa que ofrecía diversos alimentos imposible de rechazar, saciamos nuestro apetito.
La señora no descansa ni un rato mientras mueve las manos y de vez en cuando una mirada al televisor encendido en la repisa del mueble.
Nos sugieren quedarnos el fin de semana antes de continuar a Puerto Varas,  a lo cual no nos negamos.
Ya al mediodía comenzaron a llegar los niños primero , luego don Juan y más tarde Eva.
Ya reunidos todos , nos instalamos alrededor de la mesa ya preparada para una nueva seción de comida.
Entre risas y cuentos, con historias relatadas por los niños , enriquecidas por los padres en un ambiente muy familiar.
Me sentí muy agradado entre ellos y compartiendo y respondiendo sus interminables preguntas sobre la vida en la capital, nuestras propias vidas y en general sobre la sociedad que para ellos está aún muy distante.
Con Eva, cruzamos algunas miradas cuando algún tema nos tocaba , en una suerte de sintonía inmediata.
Los viejos eran muy relajados y dejaban ver que su preocupación primera era el futuro de sus hijos y el destino de su campo, entendiendo que ya manifestaban los niños poco interés por continuar la actividad agrícola en el futuro.

Nuestra estadía era muy grata y nos dejábamos querer. Siguiendo sus conversaciones con amabilidad y atención aprendiendo y conociendo sus costumbres y especial manera de hablar, manteniamos a todos muy entusiasmados.
Sin darnos cuenta pasaron varios días sin movernos de ese campo.
Algunas tardes fuimos caminando con Eva hasta Puerto Varas y recorrimos parte de la costanera,  charlando entretenidamente.
Hasta que llegó el siguiente Domingo y decidimos continuar nuestro viaje para lo cual nos comenzamos a despedir.
Partiremos por la tarde , por lo cual ese almuerzo especial con todos reunidos era a modo de despedida.
Los viejitos estaban contentos y así lo expresaban tras luciendo su solitaria existencia y las necesarias interacciones humanas.
Los hijos también intercambiaron expresiones de agrado. Y nos dedicamos a llenar de agradecimientos a esa linda familia.

Pedro se adelantó y fué a la casa nueva a guardar las pertenencias y armar la mochila.
Yo continuaba mi conversación con don José y de pronto un llamado me hizo ir a ver a mi compañero.
-- nos faltan cosas ! 
-- nos sacaron los casettes y no veo mis bototos! .....me señala extrañado.

Tras de mí venía Eva y su hermano a ver qué ocurría y al oír a Pedro , se pusieron muy alerta y rápidamente recorrieron la casa para concluir que también les faltaban cosas.
-- nos robaron también la cadena de la motosierra. Dice el joven , mientras Eva se dirigía rápidamente a la casa vieja donde estaban los padres. 

Don José al enterarse de lo ocurrido entra a buscar su escopeta mientras sobre la marcha le indica a sus hijos que deben ir por los caballos. 
A uno lo envió a avisarle a los vecinos en los campos aledaños mientras él y el otro hijo se alejaron rápidamente en sus caballos a una zona del campo que se veía de muy tupida vegetación.
Con Pedro nos quedamos junto a la viejita, conmovida por el incidente, con Eva y su hermana menor.
A lo lejos se sentían gritos no entendibles que rompían la tranquilidad del lugar.
Más tarde regresó, a todo galope, el hermano que había ido a alertar a los vecinos para inmediatamente sumarse a la búsqueda del ladrón misterioso con la certeza que no había pasado a los campos vecinos.

-- tiene que estar por aquí!! 
Nos señala al pasar por la entrada de la casa vieja donde estábamos mirando hacia el campo.
Con Pedro nos sorprendimos enormemente al ver el cambio de actitud de esa familia al verse violentados por un extraño contrastando todo con la amabilidad y gentileza desinteresada mostrada hacia nosotros.
Resignados y quitándole dramatismo a nuestra afectación, tratamos de transmitir a esa gente que no era de gran importancia para nosotros lo sustraído.

Pasaron los minutos y se sentían gritos que venían ahora de una quebrada cercana, uno de los muchachos grita:

-- aquí escondió las cosas! Se arrancó! --

Viene diciendo mientras corre hacia nosotros en el caballo.
Nos ponemos más atentos y nos acercamos por el campo al lugar señalado por el joven.

Nos separamos con Pedro y él se dirigió por el sendero a la izquierda alejándose a la carrera.

Apuré el paso y a unos 100 mts se divisa un hombre que se va alejando medio agazapado, era el ladrón.
Sin pensarlo corri a su encuentro. Al verme corrió en dirección del campo vecino y acercándose al deslinde con el camino.

-- acá va!  Grité hacia atrás! -- sin dejar de correr tras el hombre.
Apuro mi carrera,  me lleva unos 20 metros, pero se viene la alambrada del cerco que separa los campos.
Faltando 5 mts el hombre, viendo que no podría pasar el cerco, se da vuelta quedando frente a frente, y de entre sus ropas extrae un cuchillo que me obliga a detener mi carrera.

Estando a pocos pasos, me amenaza esgrimiendo su cuchillo. Reaccioné y me quito mi cinturón que tiene una gran hebilla y  utilizo girando el cinturón como defensa y alejando al hombre que me amenaza y llena de adrenalina.

Nos lanzamos golpes y cuchilladas sin dar en blanco hasta que en un momento tiro una patada para intentar botarle el cuchillo y logro golpearle y darle con el cinturón pero el logra enredarlo en su brazo y tirando logra quitarme lo.
Retrocedo un poco y vuelvo a patearlo sin lograr botarle el cuchillo. Estaba en una situación complicada. 
El hombre miraba la cerca buscando por donde huir.
Estaba complicado cuando sin darme cuenta llega Eva en un caballo con un palo en su mano y sin medir consecuencias, golpea al hombre en su cabeza, cayendo éste al suelo permitiendome tomar el cuchillo y controlar al hombre que en el piso sangraba semi inconsciente.

Se suman llegando en sus caballos , primero el hermano y luego don José.
Me dijeron que los dejara con el hombre y sacando cuerdas de su caballo el mayor de ellos lo ató de pies y manos y comenzaron a tirarlo por el campo mientras el ladrón balbucea algunas palabras aún medio atontado por el golpe.
Quedé atónito al ver cómo esa gente desata sus más fríos instintos y responden a la violación de su territorio por un delincuente provocando toda la ira. Ya no era la familia tan tranquila y sencilla que habían sido con nosotros todos estos días. As hora estaban trastornado y sin piedad maltrataban al ladrón.
Desde la distancia que había tomado yo, veo como lo arrastran hasta el camino público para dejarlo atado a la espera de que aparezca Carabineros que de algún modo había sido alertado por los vecinos.
Bajando un poco la adrenalina del momento, me doy cuenta que mi pierna bajo la rodilla me duele bastante, y al agacharme a ver qué tengo, veo que mi pantalón y el botín estaban ensangrentados.
El dolor se intensificó y cojeando me fuí acercando a la casa y me senté en las gradas de la entrada mientras doña  Henedina busca rápidamente algo para curarme la herida.
En el repaso de lo acontecido, concluyó que al lanzar la patada al hombre, este me golpeó con su cuchillo provocándome el corte en la pierna bajo la rodilla con tres o cuatro centímetros de herida.
Bajo la atenta mirada de Eva, la señora hizo un buen trabajo de enfermera vendando convenientemente la herida que no dejaba de doler.
Me quité el pantalón allí mismo, desinhibido ya totalmente, a solicitud de Eva para tirarlo al lavado para quitarle la sangre.
Mi compañero me acompaña sin decir palabras y con miradas compartimos la lamentable situación.
La noche está callendo y al hombre aún lo tienen an el camino, ahora dicen que llegaron otros vecinos en caballos a "copuchear".
Ya dentro de la casa, volviendo la calma, la mesa siempre llena de variadas comidas, nos espera, nos habíamos saltado las onces y los viejos nos había señalado que sería conveniente quedarnos.
Más de una hora después nos señalan que había llegado Carabineros en un furgón y al hombre lo metieron al vehículo junto a las pertenencias que había robado y que los muchachos ya habían encontrado en la quebrada que sirvió de escondite del hombre.
Carabineros dijo que debía llevarse las cosas robadas como pruebas para el tribunal al cual deberíamos ir en un par de días a solicitarlas. Esto en Puerto Varas. Ante la consulta del porque de las heridas del hombre, se apresuraron todos a decir que se había caído por arrancar en la quebrada. El hombre no tubo tiempo de hablar. Se lo llevaron.
Nuevamente debemos replantear nuestra partida y ante la insistencia de nuestros anfitriónes  y considerando que tenemos que presentarnos al juzgado el próximo martes, nos vemos obligados a quedarnos.
Así pasaron un par de días mas compartiendo con esas gentiles personas que nos acogieron y que no miden su generosidad.
Yo continuo mi amistad íntima con Eva y la acompaño en sus actividades mientras mi compañero se divierte con los muchachos corriendo a caballo por el campo.
Llegó el día de ir al tribunal y nos dispusimos a vestir lo más formalmente de acuerdo a nuestro escaso equipaje y muy peinados disimulando las largas cabelleras (sobre todo la mía que por esos días ya caía por la espalda).
Junto a don José nos montamos en la micro rural y nos dirigimos al juzgado en la ciudad.
Pero al llegar al edificio del tribunal don José nos señala que él se presentará como dueño de todas las pertenencias robadas para así evitarnos tener que declarar y exponernos a más trámites, lo que consideramos un gran gesto del viejito que ya lucía paternalista.
Le recordamos e hicimos incapié en recuperar los bototos dei compañero, que el hombre se robó y se llevó puestos alomento de su detención.

Lo esperamos afuera del lugar y en menos de una hora salió con una bolsa que contenía tanto las herramientas y repuestos que le pertenecían como la veintena de casettes , algunas ropas y un reloj que eran de nuestro patrimonio.
Todo bien salvó que el calzado robado había ido a parar a la cárcel de Chinchin en Puerto Montt junto con el detenido, por lo que nos entregó un especie de orden en un parte para que fuésemos a retirarlos nosotros.
Ese mismo día regresamos a Alerce y luego de almorzar comenzaron las despedidas e intercambios de direcciones y abrazos.

Con la mirada puesta ahora en nuestro próximo destino retomamos nuestro andar por el mismo camino recorrido en la mañana para llegar a Puerto Varas.
Con la mente llena de instantes y recuerdos y en especial, un sentimiento de apego hacia Eva,  nos fuimos alejando hasta perdernos en la ciudad que no comenzamos aún a conocer.

La calle Los Colonos baja en dirección al lago. 
Pronto caminábamos por esa costanera que va bordeando ese inmenso lago Llanquihue y tenemos a nuestra derecha un camino que conduce a Ensenada, Lago Todos Los Santos y por la izquierda a Llanquihue , Frutillar.

Luego de descansar en el lugar y disfrutar de ese tan lindo lugar que se asemeja a muchas postales de lugares incluso europeos, nuestro lugar de establecimiento no sería ese ya que no había un lugar adecuado y el ambiente era demasiado refinado para admitir a este par de aventureros, así que caminamos siguiendo la costanera en dirección norte.
Siempre charlando y conociendo a más lugareños, empapándose de historias y relatos.

Siempre mirando el mapa carretero, inseparable guía, continuamos retrocediendo hacia el norte buscando el pueblo de Llanquihue el cual nos habían dicho tenía unas solitarias playas ideal para acampar.
Siguiendo la interminable ruta que traza la línea ferroviaria y después de varias paradas y descansos divisamos el pueblo.
Nos demoramos relativamente poco en llegar, fueron como 5 kms de distancia desde la salida de Puerto Varas.
Entrando al pueblo por el sur se divisa un poblado pequeño con casas más bien modestas y gente de trabajo, en un ambiente laboral de un día martes.

Nos fuimos solicitando algo para comer ya que pasamos a la tarde y la caminata nos despierta el apetito. 
La gente un poco más generosa que en Puerto Montt se ve muy precaria y se percibe la escasez de trabajo, también se deja ver el nivel de alcoholismo entre la población. Mucho boliche de botilleria y jóvenes en las esquinas.
Preguntamos por las "playas solitarias" y nos señalan que al otro lado del puente que cruza el río Maullín, continúa un sector con "casi puros alemanes" y allí hay playas.

Continuamos hasta el otro lado del río y efectivamente hay un cambio en las construcciones otras casas, unas muy grandes todas de maderas nativas y diseños bonitos.

El dia se pone oscuro y frío, pese a que estamos muy cerca del lago, no se ve el volcán que siempre da un marco al paisaje, una bruma espesa cubre el horizonte.
Ya en la orilla del lago, en una playa muy solitaria se divisa en el agua a unos 50 m. adentro, un curioso cisne de cemento, creo, que parece real flotando en el agua entre sus colores blanco y negro. Le da un especial detalle al lugar.
Estamos frente a lo que sería la calle principal que baja desde la carretera. 
Este debe ser el centro de los bañistas en su temporada. 

Cómo quedamos bastante lejos de la casa más próxima, desplegamos la carpa y la instalamos en ese lugar. Pronto la llovizna nos hizo meternos y refugiarnos en nuestra precaria vivienda.
La caminata nos dejó cansados y nos dispusimos a dormir.



Los días siguen nublados y nos hicimos de amigos que vienen a la playa a conversar y escuchar música de nuestros cassettes llenos de rock que no llega a estas latitudes pues las radios tocan música ranchera o nacional.
La generosidad de los muchachos nos mantiene bien alimentados con sus aportes y contribuciones. No nos podemos quejar!

Diariamente aparecen por las tardes (muchos de ellos aún estudiantes), y se quedan en torno a nuestra fogata que encendemos con las ramas secas y troncos recolectados cada mañana en una rutina casi  de scouts.
Mientras esperamos que lleguen los primeros visitantes, mi compañero luciendo su kimono negro se instala en la arena en una actitud de meditación y observación silenciosa lo cual atrae a los muchachos curiosos que se instalan cerca sentados esperando que Peter les dirija la palabra. Yo a esa hora voy por lo general a caminar por las calles del pueblo.

La figura del kimono y la meditación nos a resultado muy provechosa y no hay día que no vengan al menos dos visitantes siempre con una bolsita con alimentos o bebidas.

A mi me gusta recorrer las calles conversando con jóvenes y viejos recogiendo conocimientos y empapando se de historias de vida de los más variados tipos.
Los más recatados son los alemanes, que evitan mucho relacionarse, dicen no meterse mucho con los "chilenos" como les dicen a los no descendientes de alemanes, marcando de forma notoria la diferencia que sienten.
La comunidad alemana en estos lugares es muy numerosa y casi son la mitad del pueblo.

Al igual que en Puerto Varas, parecen predominar.
"Los chilenos son muy flojos" -- dicen
"tienen malas costumbres y son curaos...." ...agregan


Muchas tardes caminé siguiendo las vías del tren entre Llanquihue y Puerto Varas.
Aún prendido con la muchacha de Camino Alerce, seguimos viéndonos por largo tiempo juntandonos en la costanera de Puerto Varas coordinando el día y hora de las citas sin tener ni un teléfono a que recurrir. Quedando muchas veces con las ganas y el viaje a pie en vano.
La caminata de hizo rutinaria.
Cruzando  por el puente ferroviario, que se eleva sobre el rio Maullín y que separa la ciudad en dos quedando el barrio más alemán al norte con sus playas y al sur el sector industrial y de más proletariado. En esta zona se levanta como uno de los centros laborales, la industria lechera Chiprodal, la cuál procesa toda la leche comprada a los productores de la región.


Hoy tenemos planes distintos. Conocimos en días anteriores a un camionero del pueblo.
Nos a prestamos a levantar el campamento y armar nuestras mochilas.

Fuimos caminando hasta la Chiprodal para es perar al camionero que nos ofreció llevarnos a la isla de Chiloé, dando un nuevo aire a nuestra aventura. Por más de una hora parados en la salida de los camiones mirando entrar y salir a cada uno hasta que divisamos al camionero que nos llevará. 
Nos encaramamos por las barandas y nos subimos la parte trasera con mochila y todo.
Mientras el vehículo enfila hacia la carretera nos acomodamos metidos entre tarros vacíos y sentados en las propias mochilas, viento en la cara , el paisaje pasa rápidamente. Está vez entraremos a Puerto Montt por el otro extremo más cerca de Angelmó.
Antes de llegar nos desviamos a la derecha en un cruce y nos dirigimos hacia Calbuco y Paragua donde se cruza el canal de Chacao. El día está medio nublado y a ratos se siente mucho frío.
El viaje se extiende por más de una hora y media hasta llegar a Pargua.
Luego de una larga espera, el camión se sube a la barcaza o transbordador , y lo mismo hacen muchos vehículos hasta completarse.
Se eleva la rampa y nos ponemos en marcha.
Aquí si que hace frío, el viento cala la ropa. Cuando ya estamos en camino nos bajamos del camión como lo hacen de muchos vehículos y desde las barandas de la nave disfrutamos el cruce del mar.
Nos dicen que se demora como media hora en cruzar el "Ferry" , como lo llaman.


4 enero 1978, votaciones en Ancud
Este domingo hay gran movimiento de gente por todos lados y nos habíamos enterado de que habrán votaciones en el país , un plebiscito para respaldar o no al gobierno.
Nos dirigimos al centro de la ciudad y allí en la plaza , en una de las calles laterales, convergía el grueso de los ciudadanos al edificio que se transformó en local de votaciones.
En un ambiente muy tranquilo y con la vigilancia del personal militar, emitimos alternadamente nuestro sufragio en la mesa correspondiente a la letra de inicio del apellido y posteriormente a la cédula de identidad le cortaron la esquina derecha y le pusieron un sello para acreditar el haber votado.
Muy civilizados , cumplimos con la obligación para andar más tranquilos.







Chin chin
 Nos llevaron en camioneta, está vez fue facil "hacer dedo" , sin mochilas. Por la carretera nos movemos rápido mientras conversamos con el "paleteado" conductor.  
Nos dejó a orillas de la carretera y frente a la cárcel de Chin Chin en la 5 norte.
Es un edificio alto y en el perímetro unas torres con gendarmes vigilando.
Llegamos hasta la puerta con el papel que nos había pasado don Carlos , papel que le dieron en el juzgado y que indicaba la orden de devolución de especies. 
Luego de esperar un buen rato en la reja de entrada, nos condujeron a una oficina a la entrada del edificio y allí entregamos el documento al oficial de guardia.
En una banca de madera de la sala esperamos largo rato hasta que de pronto un gendarme aparece con un bulto envuelto en diarios.
Eran los bototos de Pedro, por fin recuperados.
En nuestra condición eran un bien preciado y necesario.
De nuevo a esperar que algún gentil nos retorne al pueblo.





El grupo de muchachos nos ha venido a buscar y nos cambiamos de ropa (no hay mucha , per
o a algo más limpio) y dejamos nuestras pertenencias en la carpa cerrada y nos enfilamos por las calles a una de las casas de mejor fachada y nos invitaron a pasar. La música se oía a la entrada y nos esperaba una fiesta de jóvenes , está vez la mayoría de ellos de esa mezcla chileno-alemana característica de buena parte de los presentes. La música era muy de vanguardia y nos habían pedido lleváramos los casettes con la música más rockera que teníamos..La casa muy bonita según nos señalan pertenece a la familia Mödinger que tienen una fábrica de cecinas aquí en el pueblo.
Claro , las rubias muchachas de la fiesta notoriamente descendientes de colonos eran bastante más agraciadas que las chilenitas.
Nos trataron muy bien , muchas conversa y comer todo lo posible fue la tarea. Había que aprovechar. Buena música , muy  cercana a la nuestra en Stgo. 
Aún con todo se ve que ellos se mantienen muy aclanados y clasistas. Son la élite del pueblo. 
Para ellos los chilenos son flojos y borrachos.
Nosotros con nuestro aspecto hippiento les causamos curiosidad y recurrentemente quieren saber cómo es nuestra vida en la capital. Se deja ver que sus ansias de romper con la monotonía de pueblo está siempre latente, pese a que hablan de fiestas en sus comunidades , en Puerto Varas y muchos cuentan de sus viajes a sus raíces europeas.

 


En la playa luego de permanecer contemplando la caída de la tarde con un lago silencioso aparecieron algunos muchachos de la población cercana y nos trajeron algunos víveres que siempre son bien recibidos. 
Cómo siempre, se quedan a acompañarnos hasta casi la medianoche.

Pedro con su kimono negro puesto y en una actitud de meditación propia de un monje tibetano siempre atrae las miradas de los muchachos, ellos nos acompañan silenciosos y con mucha curiosidad.

Hoy fui a conocer el monumento a los colonos alemanes , por el camino a Frutillar bordeando el lago. En lo alto de una colina, con una vista panorámica del sector se levanta como un arco recordatorio. Interesante símbolo reflejo de una migración que es la historia misma de estos lugares.  Conocí también el cementerio que hay en el camino.

Hoy fuimos al Club Gimnástico Alemán invitados por los jóvenes del grupo de alemanes.Esta al final de la playa cruzando un pequeño bosque de eucaliptos.
La idea era conocer y ver jugar a los equipos de Faustball , juego predilecto de estos jóvenes y que resulta ser una mezcla de voleibol con algunas reglas distintas..
Resultó todo muy entretenido y tienen un recinto techado que debe ser un salón o algo asi donde no fuimos invitados. Era exclusivo para socios , dicen.
Claramente éramos unos extraños en ese lugar pero aún así, no tuvimos problema para relacionarnos con los jóvenes del Club.
Ya cayendo la noche, volvemos a nuestra carpa y a la realidad de playa El Cisne. Un día de nuevas imágenes y de conocer gente distinta.




4 enero 1978, votaciones en Ancud
Este domingo hay gran movimiento de gente por todos lados y nos habíamos enterado de que habrán votaciones en el país , un plebiscito para respaldar o no al gobierno.
Nos dirigimos al centro de la ciudad y allí en la plaza , en una de las calles laterales, convergía el grueso de los ciudadanos al edificio que se transformó en local de votaciones.
En un ambiente muy tranquilo y con la vigilancia del personal militar, emitimos alternadamente nuestro sufragio en la mesa correspondiente a la letra de inicio del apellido y posteriormente a la cédula de identidad le cortaron la esquina derecha y le pusieron un sello para acreditar el haber votado.
Muy civilizados , cumplimos con la obligación para andar más tranquilos.







Charlando con la gente nos vamos poniendo al día con respecto al conflicto que por estos días se ha intensificado entre Chile y Argentina haciendo casi inminente una guerra por las islas del sur , en Magallanes.
Yo ya sabía que por el norte el Ejército estaba permanentemente en estado de alerta poniendo sus fuerzas ante la amenaza de Perú y Bolivia reactivando una alianza en vista de un conflicto con Argentina.